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domingo, 13 de marzo de 2011

El patronímico castellano en "-EZ"

En la Edad Media existía en Castilla, León, Navarra y Aragón una práctica para formar el segundo nombre del hijo: añadir el nombre del padre aplicándole la terminación "-ez, -z o -íz" (forma ésta más propia de Aragón). Así pues, si un individuo de nombre Pedro tenía un hijo de nombre Sancho, éste se llamaría Sancho Pérez. De este modo, este sufijo viene a significar "hijo de". Así las cosas, los apellidos como Fernández, Martínez, López, Díaz, Pérez, Ramírez, etc., se denominan patronímicos, por ser nombres formados a partir del nombre del padre.

No se conoce con certeza el origen de este sufijo patronímico; algunos investigadores lo han atribuido a una supervivencia del genitivo latino en "-ís", con valor de posesión o pertenencia. Sin embargo, otros opinan que se trata más bien de un sufijo de origen prerromano; en efecto, ninguna otra lengua latina posee tal sufijo patronímico y, además, el genitivo latino en "-ís" no explica las terminaciones en "-az, -oz o -uz" que encontramos en otros apellidos españoles como Ferraz, Ferruz o Muñoz. Por otro lado, resulta interesante advertir que estas terminaciones abundan también en topónimos antiquísimos de época prelatina como Badajoz o Jerez. También es significativo el hecho de que este sufijo "-ez" todavía exista en vasco con valor posesivo o modal. En resumen, es probable que este patronímico castellano "-ez" sea un auténtico fósil lingüístico préstamo del vascuence, posiblemente transmitido a través del navarro, ya que, la lengua castellano-leonesa primitiva obtuvo numerosos préstamos del vascuence a través del reino de Navarra, debido a la influencia que ejerció este reino entre los siglos IX y XI. Sabemos que el uso del patronímico "-ez" ya estaba extendido en Navarra en los siglos VIII y IX; de hecho, García Íñiguez era el nombre del rey de Navarra que, en el año 851 u 852, sucedió a su padre, llamado Íñigo. De todos modos, aunque el patronímico "-ez" o "-iz" sea de origen prerromano o vascuence, no hay duda de que se vio consolidado en época visigoda por el genitivo germánico latinizado en "-rici", "-riz" (como en Roderici o Sigerici), que se ponía a continuación del nombre individual para indicar el paterno. El caso es que entre los siglos XI y XII se halla completamente fijado en Castilla y León el uso del patronímico "-ez", y su abundante uso queda refrendado por la abundancia, en la actualidad, de apellidos patronímicos como López o Pérez. No obstante, a partir del siglo XIII esta práctica del nombre patronímico cayó en desuso, y desde entonces los nombres en "-ez" quedaron fosilizados y se transmitieron como apellidos hereditarios.

Ahora bien, si la forma "-ez" es un patronímico propio del castellano, encontramos numerosos apellidos catalanes o portugueses de origen castellano adaptados a la fonética de sus respectivas lenguas. Por ejemplo, el catalán transformó el sufijo "-ez" en "-is" o "-es", como en Peris (de Pérez), Llopis (de López) o Gomis (de Gómez). El portugués también adaptó los nombres castellanos en "-ez" convirtiéndolos en "-es", como en Peres o Rodrigues.

Por último, conviene saber que el uso de partículas patronímicas es un recurso muy común en todas las lenguas. Como ejemplos podemos citar el sufijo "-son", (hijo) en anglosajón, como en Johnson o Jackson; el escandinavo "-sen", (hijo) , como en Andersen o Johansen, el irlandés "O'", contracción del inglés of, (de), como en O'Donnell u O'Hara, el escocés "Mac", derivado de una voz gaélica, como en MacArthur o MacDonald, o el también escocés "Fitz", como en Fitzgerald o Fitzpatrick, partícula ésta derivada del francés fils, (hijo), que los normandos introdujeron en el siglo XI. También fue frecuente entre los británicos la marca de filiación a través del uso de una "-s" final, indicadora del genitivo, que terminó adhiriéndose al apellido, como en Peters, Adams, etc. En las lenguas eslavas hallamos partículas finales como el sufijo ruso "-of/-ov" ("-ova" para las mujeres), que encontramos en Valerarianov, Mijailov, Tereshkova, etc.; el polaco "-ski" ( "-ska" en femenino), como en Kawalski o Kandinsky, etc.; también "-vic" o "-vich" en algunas lenguas de la antigua Yugoslavia, como en Milosevic, etc. Los franceses han usado como marca de filiación la preposición de, como en Demathieu, Dejean, etc.; los italianos conservaron una forma muy próxima a la del genitivo latino con el sufijo "-ini", como Martin > Martini, etc. En árabe y en hebreo encontramos la partícula "Ben-", (hijo de), que se antepone al nombre, así como en japonés encontramos "-moto", en griego "-poulos", en vasco "-ena", etc

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